viernes, 29 de octubre de 2010

Capítulo 5: Sin Palabras... (Parte 7)


Samantha:
Austin nos compró un cóctel para Selena y para mí. El F4 nos llevó a dar un paseo tranquilo por la isla. Eric y Leo seguía acompañados de aquellas dos chicas.
-Eric compró una isla también - nos explicó Austin-, está en Dubai.
-Para ser exactos - dijo Eric-, compré una isla artificial con la forma de Nueva York.
-Pero esos idiotas la perdieron, así que tuvimos que construirla nosotros mismos - afirmó Leo.
Selena se atragantó y empezó a toser. Le dí unas palmadas en la espalda. Yo también alucinaba.
-Entonces, a excepción del F4, para los demás es la primera vez que visitan la isla- preguntó Eric-, demos una vuelta.
 Y así lo hicimos, recorriendo cada esquina de la isla. Cada vez me parecía más bonita. Entramos en tiendas de regalos. Me quedé de última al salir.
Jack, que todavía no había dicho ni mu, se acercó a una niña de unos 10 años, tenía la piel tostada por el sol y vendía flores. Jack se puso a su altura y cogió una flor blanca y algo extraña, sonrió y la volvió a dejar en su lugar. Siguió al resto del F4 y yo me acerqué a la niña, cogí la flor y la niña me habló en francés:
-Dale esa flor a la persona que ames.
-¿Qué? - pregunté, no sabía francés y como era de esperar no entendí nada.
La niña sonrió y dibujó un corazón con sus dedos.
-Sam, ¡te quedas atrás!
Selena me quitó la flor de las manos y me llevó corriendo hacia donde estaba el F4.
Una caseta algo extraña llamó nuestra atención, para nuestra suerte dos turistas salieron del interior. Nos acercamos a ellas:
-Perdón, ¿qué es esto? - preguntó Selena.
-Una nativa que se dedica a la predicción de la buena fortuna. Aseguran que es muy buena.
-¿Buena fortuna?
-¿Una pitonisa? - susurré.
Selena me llevó de la mano y entramos. El interior era tétrico y daba miedo. Nos sentamos. La pitonisa tomó mi mano.
-Veo a un hombre...
-¿Hombre? - repitió Selena.
-Tu futuro marido...
-¿Ma... marido? - dije tartamudeando.
-Marido, ha dicho marido - Selena miró a la mujer-. ¿Dónde? ¿Dónde está?
La mujer soltó mi mano y me señaló:
-Aquí, contigo - miró al techo-. Y tu alma gemela...
-¿Al... alma gemela?
-Eso es, una alma gemela que acaba siendo tu marido - Selena dió una palmada-. Genial, ¡dos pájaros de un tiro!
 -¡Dos hombres diferentes! - gritó la adivina-. ¡Dos!
-¿Dos? ¿Quiere decir que tu alma gemela y tu futuro marido son... dos hombres diferentes?
La pitonisa juntó sus manos y una lágrima resbaló por su mejilla. Daba mucho miedo.
-Estás perdiendo algo importante... Como mujer...
-¿Algo importante? - repetimos -, ¿como mujer?
¿Qué es lo más importante que podía perder una mujer? Selena y yo nos miramos entre sí.
-¡¡Aaaaah!! - gritamos.
Me desperté sobresaltada. Selena me miró preocupada. Me incorporé en la tumbona donde había estado durmiendo y me quité las gafas de sol.
-¿Qué te pasa?
Miré todo mi alrededor. Menos mal, todo había sido un sueño. Suspiré.
-Selena, he tenido un sueño.
-¿Sueño? ¿Qué clase de sueño?
-Un sueño... sueño. Íbamos a una adivina, una mujer muy rara, e íbamos a que nos dijese buenaventura. Pero esa mujer me decía que... - tragué saliva-. Estaba perdiendo algo importante como mujer.
Selena me tomó de la mano.
-Tranquila, te prometo que no te dejaré sola con ninguno del F4. No perderás eso... si no quieres.
-Tienes que venir conmigo.
Miramos hacia la puerta corredera que daba al balcón de mi cabaña. Eric estaba apoyado contra el marco y Austin se acercó a mí. Cogió mis sandalias del suelo y me tendió la mano. Puse mis brazos en cruz en mi delantera.
-¿A dónde vamos?
-Lo sabrás en cuanto lleguemos - me agarró del brazo obligándome a levantar-. Ven, vamos.
-¡Oye! - me arrastró a la puerta corredera-. ¡Selena, ayuda!
 -¡Sam!
Austin se paró y me miró extrañado.
-Porfa... - le susurró a Eric al oído, éste asintió sin ganas.
-¡Sam, ten cuidado! - me gritó Selena.
-Que no se va a la guerra... - le respondió Eric.
Austin sonrió y me sacó de la cabaña.
Yo temblaba de miedo, no estaba preparada para perder eso tan importante...
Pero, a lo mejor, Austin no pensaba lo mismo...

*¡¡Aaah!! Tenemos fin de semana largo, largo. El lunes y martes hacemos festiivoo^^ Así que subiré otra entrada sobre el domingo-lunes, estaos atentos :) Y comentad please!!

viernes, 22 de octubre de 2010

Capítulo 5: Sin Palabras... (Parte 6)


Samantha:
El coche volvió a parar, y Austin y yo salimos. Estábamos en la pista de aterrizaje del aeropuerto, dónde un avión nos esperaba.
-¡Sam! - Selena se me acercó corriendo-. ¿Estás bien?
-Sí, de maravilla - nos abrazamos-. ¿Qué haces aquí?
-Parece que Eric me engañó.
Miré al frente y el F4 sonreía, todos con ropa de verano.
-¿Y ahora qué, Austin? - pregunté.
-Nos vamos de vacaciones.
-¿Qué? Olvídalo...
-Venga, no seas aguafiestas, ¡entremos!
Me crucé de brazos. Nunca entraría en ese avión, pero alguien habló para hacerme cambiar de opinión.
-Vamos Sam, será divertido - Jack esbozó una sonrisa-. Te encantará el lugar al que vamos.
Sonreí y asentí como una boba. Miré de reojo a Austin, que negaba con la cabeza, cómo frustrado por no haber sido capaz de convencerme.
Tomé a Selena de la mano y entramos en el lujoso avión, sentándonos de dos en dos, Leo con Eric, Jack con Austin y yo con Selena.
-He escuchado que la lista de espera para estos aviones es de un año - dijo Leo tocando todos los botones de su asiento.
-Ya quería yo ser el heredero del Grupo Mcklaine -contestó Eric.
Austin levantó la cabeza orgulloso.
-¡Oh, cielos! - exclamé.
-¿Y ahora qué te pasa?
-Nos vamos, ¿y mis padres qué, eh? ¿No sabes que todavía tengo 17? No puedo irme sin consentimiento paterno.
-Viajas conmigo y soy mayor de edad. Además, ya tengo ese consentimiento, se lo pedí a tus padres personalmente y aceptaron encantados - contestó Austin-. Te traje a tu amiga para que no estuvieras sola, ¿no te llega?
Malo, no tenía más escusas para poder escapar.
"Bienvenidos pasajeros, les habla el piloto.
Estamos a punto de salir hacia Nueva Caledonia, el paraíso francés. Por favor, abróchense los cinturones y apaguen cualquier tipo de aparato electrónico. Disfrunten del viaje"
-¿Nueva Caledonia? - exclamamos asombradas Selena y yo a la vez.
-¿Tan sorprendida estás que  no puedes ni respirar? - dijo Austin burlón-. A lo mejor necesitas una máscara de oxígeno.
-Austin, ¿ya hemos llegado a ese punto en nuestra relación de poder viajar juntos? Y aunque lo fuera, ¿no deberías preguntarme? Al menos tener en cuenta mi opinión, ¿es que no te enseñaron de crío lo que es el sentido común?
-Quería ir contigo a un lugar agradable e hice los preparativos. Nueva York no va a entrar en erupción porque te hayas ido...
-Nueva York, no, pero la bocatería... Mike nos matará...- susurró Selena.
-Ni hablar, nos vamos.
Me levanté del sillón y Selena me imitó. Austin puso los ojos en blanco. Íbamos a salir cuando me fijé en Jack, dormía tranquilamente en su asiento, con los cascos del Ipod en sus orejas. Tan dulce... pero no, no podía ni quedarme aún con esas.
Una azafata se nos acercó con una bandeja llena de comida en las manos, y tenía una pinta tan deliciosa.
-¿Podrían sentarse, porfavor?
Selena y yo nos sentamos. La azafata nos sirvió aquella deliciosa comida.

Mientras tanto, en la pequeña bocatería Mike todavía seguía en shock. ¿La razón? Nunca había visto tantos clientes.
-¡Jefe! - exclamó una chica- Dos bocadillos de bacon y queso por aquí.
Mike asintió aún alucinando y entró en la cocina.
-¡Viva el F4! - exclamó en cuanto nadie pudiera escucharle.
Y es que Sam y Selena no estaban, pero el F4 les había enviado nuevas camareras, y eran nada más y nada menos que jóvenes modelos.

Samantha:
-¡Ya hemos llegado! - exclamó Leo-. ¡Despertad!
Abrí los ojos poco a poco y bostecé. Selena y yo nos miramos entre sí y pegamos la nariz a la ventanilla. El paisaje era precioso, mar azul, arena fina y blanca e islas por todas partes.
 -¡¡Aaah!! - gritamos emocionadas.
Bajamos del avión y agarré de la mano a Selena. Seguimos al F4, mirandolo todo. Ellos parecían tranquilos, debían de estar hartos de visitar un lugar tan bonito.
Dos chicas salieron del agua y se acercaron a Eric y Leo. Nosotras las saludamos con la cabeza.
Luego, un trabajador de la isla nos entregó la llave de nuestra "cabaña" a cada uno. Entré en la mía, más que una cabaña parecía una minicasa de lujo. Recorrí la habitación, el baño y por último el salón. Me quedé quieta delante de las puertas de cristal que daban a una especie de balcón. A lo lejos se miraba el gran mar azul.
-Parece que flotamos sobre el agua...
-Y lo estamos.
Miré a mi derecha, no me había dado cuenta de que Austin había entrado.
Corrió la puerta y salió al balcón.
-Ven, te lo enseño.
Salí con él. Austin se apoyó en la barandilla de madera y señaló hacia abajo. Me acerqué, era increíble, debajo de cada cabaña estaba el mar azul.
-¿Cómo puede ser? - pregunté maravillada-. Me cuesta creerlo, ¿dónde estamos?
-Nueva Caledonia se divide en varias islas. Nosotros estamos en la Isla Maitre. Nos pertenece, es nuestra isla.
-¿Nu... nuestra?
-Sí, del Grupo Mcklaine.

viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo 5: Sin Palabras... (Parte 5)


Austin:
Lo había conseguido, había seguido a Sam desde su casa a la Séptima Avenida, aunque ¿a dónde demonios iba por las tardes?
Se quedó mirando un escaparate de ropa, yo la adelanté y me escondí en uno de los tantos soportales que había. Me asomé lentamente, podía observarla pero ella a mí no.
Dejó el escaparate y se acercó andando. Saqué una moneda de un centavo y la lancé rodando por el suelo. Sam la pisó, miró con disimulo todo su alrededor y se agachó para coger la moneda. Volvió a incorporarse y miró satisfecha la moneda con una gran sonrisa en la cara. Solté una carcajada y salí de mi escondite.
Al verme, la sonrisa desapareció de su cara, me acerqué a ella.
-Desde luego tienes que verte, me vienes enfadada y con gritos por comprarte cosas para tu chabola y sin embargo, pierdes el culo por una mísera moneda.
-¿No sabes que encontrar una moneda es sinónimo de buena suerte? - clavó sus ojos en mí-. ¿No serías tú el que lanzó la moneda?
 -Como recompensa a tus esfuerzos la tiré por probar. Ha dado buena suerte, ¿no crees? - me tendió la moneda-. Quédatela, ¿no dices que dá buena suerte?
-Mi suerte se ha esfumado en cuánto tú has aparecido.
-Cierto, la verdad es que tienes mucha suerte - la agarré del brazo.
-¡Suéltame! - gritó-. ¿Qué quieres ahora?
-Nos vamos de compras - contesté.
-¿No ves que voy a trabajar?
-Tranquila, yo me haré responsable si te despiden.
Intenté hacerla andar tirando de su brazo, pero no se movió ni un milímetro.
-Austin, ¿podías parar de decir eso de tu "responsabilidad"? Además, vete con Ginger de compras, apuesto a que ella irá encantada.
-¿Quién es esa?
-La listilla de las BGirls que se muere por ti, ¡yo no voy!
Suspiré, me estaba volviendo loco. La agarré por la cintura y la colgué de mi hombro. Empezó a patalear y a pedir socorro. La gente que pasaba por la calle se nos quedaba mirando. No hice caso de nadie y la metí a la fuerza en el coche.

Samantha:
El chófer paró el coche bruscamente y la puerta se abrió. Austin prácticamente me empujó para que saliera al exterior. Ante mis narices estaba el centro comercial más grande, caro y con las tiendas más exclusivas, que casualmente era propiedad del Grupo Mcklaine.
Austin me agarró del brazo llevándome a rastras hacia en interior.
Él caminaba dando grandes zancadas que me costaban seguir, con la cabeza alta, como creyéndose el dueño del mundo, mientras Robert, el secretario de su madre nos seguía. Entonces habló:
-Cierra el centro comercial durante unas horas, en cuanto acabemos que abran de vuelta.
-Señorito, ¿no debería haber llamado antes?
-Soy el dueño, ¿por qué necesito pedir permiso? Corta el rollo y limpia este lugar.
-Señorito, ¿no podría usted esperar un rato? ¿Cómo vamos a echar a toda esta gente?
Miré hacia todos lados, era cierto, estaba hasta los topes de gente. Austin se paró, aún así no me soltó.
-¿Me estás pidiendo a mí que espere? - bufó-. Si no lo haces tú, lo haré yo.
Robert no contestó. Austin me agarró aún más fuerte del brazo y entró en una de las tiendas. Se nos acercó una dependienta:
-Buenas tardes, ¿les ayudo en algo?
-¿Dónde está el coso eso que hace ruído?- preguntó Austin.
Robert y yo lo miramos confusos, ¿y ahora de qué hablaba?
-¿Cómo dice...? - preguntó la joven también confusa-. Aquí solo tenemos calzado.
Austin puso los ojos en blanco, se acercó a una de las estanterías y cogió una sandalia negra con un tacón de aguja de infarto. Me puse blanca.
-Ni sueñes con que me ponga eso - dije todavía mirando el tacón.
-No es para tí.
Me volvió a arrastrar hacia el exterior de la tienda, la alarma empezó a sonar y la dependienta salió detrás nuestra:
-Oiga, ¡tiene que pagar!
-Robert, despídela de inmediato - murmuró secamente.
Recorrió con la vista el largo pasillo, se encaminó hasta pararse delante de una alarma de incendios. Sonrió maliciosamente e hizo saltar la alarma clavando el tacón en el botón. Robert cerró los ojos y yo miré a todas partes. Toda la gente empezó a correr pensando que había un incendio. En cuanto todo quedó despejado volvió a hablar.
-Ahora sí que nos vamos de compras.

Austin:
Lo primero que hicimos fue comprar dos maletas, y bien grandes.
Luego entramos en una tienda de ropa interior, cogí a boleo dos bikinis y los metí en una de las maletas.
-¡Ni de coña! - dijo Sam tirándolos al suelo.
Los cogí, los metí de vuelta en la maleta y la arrastré a otra tienda, donde ya se empezaba a ver ropa veraniega.
Rebusqué entre los colgadores y cogí varios vestidos. Los coloqué en el regazo de Sam.
-Hale, pruébatelos - dije empujándola hacia los cambiadores.
Puso los ojos en blanco y entró, no sin antes rechistar un rato. Mientras esperaba a que saliera busqué algo de ropa veraniega, entré en uno de los cambiadores y me lo puse, una blusa remangada por el codo de flores hawaianas, un pantalón largo rojo y unas romanas en los pies.
Sam salió de los cambiadores con un vestido por la rodilla marrón y verde. Cogí la mayor cantidad de ropa posible y la pagué. Entramos en otra de accesorios, agarré un par de gafas de sol y nos las pusimos, luego a ella le puse una pamela en la cabeza y salimos de la tienda.
Robert metió las maletas en el coche y entramos.
Cualquiera persona que nos hubiera visto, habría pensado que habíamos escapado de un psiquiátrico, ¿quién andaría por Nueva York en pleno invierno con ropa veraniega y gafas de sol? Era de locos, aún así y una vez más me daba igual.

Eric:
 El chófer conducía mi coche, cuando mi teléfono móvil empezó a sonar. Austin llamando. Deslicé el dedo por la pantalla táctil y contesté:
 -Voy de camino, ¿de verdad que tenías que llegar tan lejos? Quiero mi recompensa por esto, porcelana blanca de la Dinastía de Goong, luego no me vengas con mierdas de querer devolverla, que nos conocemos...
 El coche aparcó delante de la bocatería. Entré y me acerqué a Selena, que no me puso buena cara. ¿Cómo podía estar haciendo esto? Venga, es por la porcelana blanca...
 -Ven conmigo.
 -¿Eh? Oye, no soy Sam, soy Selena su amiga..
 -Lo sé, pero necesito que vengas ahora - me miró vacilante, necesitaba una escusa rápida-. Sam, está en peligro.
 -¡No! ¿Qué le ha pasado? ¿Un accidente?
 -O vienes conmigo o no la volverás a ver durante un tiempo.
 -Pero, ¿está bien? - preguntó preocupada-. ¿Quién avisa a sus padres?
 -Leo se ha ocupado de eso - le tomé de la mano, se puso como un tomate-. Vamos, yo te llevo con Sam.
 -Pero, ¿Mike...?
 -No te preocupes, ya nos ocuparemos de tu rarito jefe luego.
 Salimos corriendo, nos metimos en el coche y el chófer arrancó.
 Ella había caído como las moscas, y Austin me debía una porcelana.


lunes, 11 de octubre de 2010

Capítulo 5: Sin Palabras... (Parte 4)



Austin:
Casi, casi, una vuelta más y superaba mi propio récord.
Mi mente estaba completamente concentrada en el videojuego. Era una tarde un tanto especial, ya que celebrábamos la vuelta de Jack. Eric y Leo habían aprovechado la ocasión para invitar a unas "amigas" a la sala de reunión del F4 en mi mansión.
Eric jugaba al billar acompañado de dos chicas, Leo en la diana con otras dos y Jack a las cartas también acompañado.
De repente, escuché una voz completamente inesperada.
-¡Austin Jake Mcklaine! - levanté la mirada y me encontré a Sam de brazos cruzados mirándome con enfado, la ignoré y seguí con las carreras de coches-. ¡Austin, tenemos que hablar!
-Oh, has venido en persona - dije mirando la pantalla-. ¿Qué te trae por aquí?
-¿No me he expresado clarito? ¡He dicho que quiero hablar contigo!
No le hice ni el más mínimo caso, se puso delante del televisor.
 -¡Oye tú, apártate!
-¡Hablemos y me aparto!
Me levanté del sillón e intenté sacarla de en medio con una mano, mientras con la otra seguía manejando el coche con el mando de la PS3. En cuanto conseguí apartarla, me senté de vuelta en mi sillón y continué conduciendo. Ya podía ver la línea del final cuando el televisor se turnó a negro.
-¡Eh! ¿Se ha estropeado? - miré a Sam, ella me miraba realmente enfadada con el cable del televisor desenchufado en su mano-. ¡Estaba a punto de superar mi propio récord! ¿Qué quieres?
-¡Eso debería preguntarlo yo! - explotó, soltó el cable y se sentó a mi lado-. ¿Piensas que puedes poner mi casa patas arriba sólo porque a ti te pete?
-Ah... eso... - reí-. ¿Hay algo que no te acabe de convencer? Dímelo, te conseguiré otro.
-En mi casa tenemos: camas, sillas, sofá, frigorífico... ¡no necesitamos nada!
-¿Pero no es genial cambiarlos por unos más nuevos y modernos?
-¿Quién te crees que eres?
-¿Qué quién soy? - bufé-. ¡Desde ayer tu novio!
-Oh si, ¿y después de esto, qué le haces a tus novias? ¡¿Comprarles una casa nueva?! - exclamó irritada.
-De hecho, era lo primero que iba a hacer, pero como la tintorería esta en el bajo del edificio...
-¡Austin! ¿Te crees que soy de tu propiedad? - tomo aire relajándose -. No sé como tratarías a tus anteriores novias pero... no quiero nada.
-Nunca... - susurré-. Nunca he tenido novia o algo que se le parezca.
-¿No? - se mordió el labio-. Entonces, esta vez te la paso, ¡pero cuidadito con lo que haces a partir de ahora!
-¿Y ahora te vas a cabrear conmigo por ser generoso?
-¡¿Y quién demonios te pidió que fueras generoso, eh?! - miró toda la sala y los celos aparecieron en sus ojos, reí en mi interior-. ¿Y te pasas aquí todas las tardes?
-Puedes estar tranquila, nunca dejo entrar mujeres. Hoy hay una fiesta, por eso están aquí.
-¿Fiesta? ¿Qué fiesta?
-El regreso de Jack.
-¿Y dónde esta Jack? - señalé hacia la mesa donde Jack jugaba a las cartas con aquellas chicas, la expresión de su cara cambió, parecía decepcionada.
-¿Qué le pasa a este Jack? ¿Ha vuelto convertido en un macho? - dijo Eric mientras se acercaba a Sam y a mí-. Parece que las aguas francesas lo han hecho madurar.
-A estas horas debería estar tomando la siesta, sin embargo ahora disfruta de la compañía de dos tías buenas - dije-. Ahora parece un humano de verdad, bastante había durado.
Sam miró al suelo algo triste. Se levantó y salió corriendo sin decir nada más. Jack me miró con una expresión de confusión, yo me encogí de hombros, ¿no debería alegrarse por el regreso de Jack?

Samantha:
Un día nuevo empezaba en la gran ciudad de Nueva York, un día algo raro, ya que no nevaba ni hacia frío para estar en pleno invierno. Caminaba tranquila por los patios de la escuela, cuando sentí como alguien me seguía. Me gire lentamente, un ejercito enorme de estudiantes me seguía. Dos chicas me tomaron de ganchete, una de cada lado y dijeron:
-¡Buenos días! Sam, si necesitas algo, no dudes en decírnoslo.
-Ah... gracias.
-Ahora que lo recuerdo, necesitamos una presidenta para nuestro club de maquillaje, Sam, ¿te gustaría?
-No, gracias.
-Please... seriamos las mas agraciadas si la novia del líder del F4 fuera nuestra presidenta, venga, please!
Negué con la cabeza, me soltaron. Seguí caminando, pero todos ellos aun me seguían. Acelere el paso intentando deshacerme de toda la tropa, pero ellos no parecían querer dejarlo. Volví a mirarlos y dije:
-¿Os puedo pedir un favor? - todos asintieron emocionados- ¡Parad de seguirme! - eche a correr lo mas rápido que pude, pero me seguían-. ¡Dejadme de una maldita vez!

Jack:
Subí a la azotea del colegio, apoye las manos en la balaustrada de piedra disfrutando de las vistas que se tenían desde allí arriba. Fue en ese momento cuando sentí unos pasos que se acercaban corriendo, la puerta se abrió y entro Sam fatigada. Apoyo la cabeza en una de las columnas sin darse cuenta de mi presencia.
-Menuda carrerita, era mejor cuando todos me odiaban...
-¿Ya no hay gritos ni insultos? - miro rápidamente hacia mi y sonrío-. Esto sitio sigue igual que siempre, pero hay demasiada tranquilidad. Que raro.
-¿Cuando te vuelves a ir? - pregunto desanimada.
-No voy a irme, ¿y tu? ¿En serio eres la novia de Austin? - pregunte, Sam miro al frente.
-Eso creo...
-Parece que he llegado algo tarde.
-¿Tarde para que?
-Para pedirte que salgas conmigo.
Se quedo a cuadros, sin una respuesta para darme. Sonreí, menuda cara que tenia.
-¿Te lo has creído? - pregunte-. Era broma.
-Oh, si... claro, una broma...
-¿Que te parece si salimos a espaldas de Austin?
Abrió los ojos como platos.
-¡Jack!
-Parece que la mala hierba aun anda por aquí, la echaba de menos - sonreí, me metí las manos en los bolsillos y salí del lugar.

*Lo prometido es deuda! Mañana no tenemos clases en España, y nosotras estamos tan tan tan felices, que traemos un capítulo de regalo^^
Esperamos que os guste, ¡y comentad! :)

viernes, 8 de octubre de 2010

Capítulo 5: Sin palabras... (Parte 3)


Samantha:
Llegué al colegio y no vi a nadie conocido por algún lado. Empecé a caminar por los pasillos cuando Ginger, Sunny y Miranda me cogieron por los brazos.
-¡Querida! - dijo Miranda-. Ven a ver esto.
Me arrastraron hacia el gran comedor y me plantaron en frente de la pantalla, donde salían todas las noticias. Había dos fotos, ambas de Chelsea, una era de antes de someterse a cirugía estética y otra de como era ahora.
-Darling, ¿cómo pudo hacerte eso Chelsea? - Sunny acarició mi pelo.
-Incluso la traición tiene sus límites - Miranda fingió sentirse mal-. ¿De quién fue la culpa de que pasaras por todo eso?
-Es espeluznante, y cruel, muy cruel - Ginger apoyó su mano en mi hombro-. Dicen que ese tipo de cirugía, es muy dolorosa que ni te planteas pasar por lo mismo otra vez.
-¿Ésa... era la cara de un humano? - Miranda acarició sus mejillas-. Si tuviera esa cara, me habría suicidado hace mucho.
Toda la gente se echó a reír. Me enfadé.
-Tu nariz - dije mirando a Miranda-. Tus pómulos- hacia Ginger-. Tus labios- ésta hacia Sunny-. ¿Me vais a decir que no habéis pagado por ello? Cualquier cosa que deseáis, ¿no la compráis con dinero? ¿No se puede hacer lo mismo por la belleza? A ver, ¿no estáis todos operados? - todos se miraron entre sí, agachando la cabeza-. ¿Entonces por qué criticáis a Chelsea? Si la gente que ya es guapa aspira a más, ¿por qué no puede hacerlo la menos agraciada?
Todos se cruzaron de brazos sin saber que decir. Me alejé hacia las escaleras y apareció Chelsea bajándolas. Parecía apenada y avergonzada.
-No te pediré perdón - dijo, le solté una bofetada-. Tampoco puedo disculparme.
Le propiné otra bofetada, en el fondo me dolía. Pero no podía hacer otra cosa.
-No creo que pudiera perdonarte.
La empujé a un lado y salí de aquel apestoso lugar.
Caminé hacia las taquillas y abrí la mía. Allí estaba el peluche de la ovejita que me había regalado. Tenía una nota:
"Sam, gracias por todo. No quiero causar más problemas, así que me regreso a Alemania.
Te quiere, Chelsea"
Abracé al peluche y dejé que una lágrima se escapara por mi mejilla. Lo volví a guardar, y me sequé los ojos.
Austin apareció delante de mí seguido por Leo y Eric. Sonrió, me tomó de la mano y me arrastró de vuelta al comedor.

Austin:
Toqué la campana que había en el comedor. Sam se tapó los oídos por el ruido. La gente al vernos dejó lo que estaba haciendo y se acercó a nosotros.
-¡Escuchadme todos! En nombre del F4, tengo algo que anunciar - rodeé a Sam con mi brazo-. A partir de hoy, Samantha Gilbert es oficialmente mi novia formal.
Todo se cubrió de bullicio, felicidades, aplausos y falsos desmayos por parte de las BGirls. Sonreí satisfecho ante la ovación de todos. Leo y Eric empezaron a apoyar dando aplausos.
-¡Austin! - Sam me tiró de la chaqueta-. Aish, ¡no es verdad! - dijo intentando parar a Leo y Eric.
La tomé de los hombros y la puse mirando hacia los alumnos. El silencio regresó, continué con la noticia:
-De modo que de ahora en adelante, las palabras y acciones de Samantha tendrán la misma consideración que las mías. Será mejor que nadie se meta con ella, ¿entendido?
Todos asintieron, en ese instante alguien habló a nuestras espaldas:
-Yo me opongo.
Sam, Leo, Eric y yo nos giramos.
-¡Jack! - exclamamos a la vez.
-He vuelto - contestó más sonriente que nunca, y eso si que era extraño.

Samantha:
-Pero... ¿ese príncipe no ha regresado demasiado pronto? - preguntó Selena mientras doblaba unas servilletas, asentí-. Que lo haya hecho significa... ¿que quizás pasó algo en Francia?
-Tal vez.
-Si es así, ¿no vas al baño a gritar como una histérica para celebrarlo? ¿No? Ah, claro, ahora que eres la novia del líder, no puedes.
-No es eso.
-¿Entonces a qué viene esa mala cara?
-Ni idea - suspiré-. No sé qué decir. De todos modos, están muy raros. Mis sentimientos... es como si algo hubiera cambiado.
-Será que el agua de París le ha vuelto más sexy.
-¡Que no es eso!
El móvil de Selena empezó a sonar, seguí doblando servilletas y ella contestó:
-¿Diga? Oh, Frankie, ¿qué ocurre? Ok, ahora se lo digo.
-¿Qué ocurre? - pregunté un tanto preocupada en cuanto Selena hubo colgado.
-Dice que hay una emergencia familiar.
Recogí rápidamente mis pertenencias y salí corriendo de la bocatería, no sin antes pedirle permiso a Mike.
Abrí la puerta de casa, y al ver el panorama me quede a cuadros. Cajas de cartón y plásticos por todas partes, una nevera enorme en medio del salón...
-¡Mamá! ¡Papá! ¡Frankie! ¿dónde estáis?
-Hermanita, encima de la nevera - exclamó Frankie.
-¿Pero que haces ahí subido? ¿Qué es todo esto?
-Lo trajo el cuñado, ¡el cuñado!
-¿Quién?
-¡Austin Jake Mcklaine! - contestaron mamá y papá desde el otro lado.
-¿Cu... cuñado?
-Sep, mesa, sofá, televisor, nevera... - Frankie conto con los dedos.
-También trajeron camas, pero no cogían por la puerta así que lo enviamos de vuelta - dijo mamá emocionada-. Eran de esas de película, con dosel y todo.
-¿Cómo se os ocurre aceptar todo eso?
-Sam, papi quería devolverlo pero, ¿que culpa tenía el hombre que vino a traerlo? - me consoló papá-. Para devolverlo, primero habrá que aceptarlo.
-¿Devolverlo? No es sólo por nuestra familia - replicó mama-, está en juego la reputación de la suya. Si somos demasiado pobres hará que el joven Austin pierda prestigio. ¿Qué sabrás tú, tontita?
Suspiré agotada:
-A ver, pensad un poco. ¿Como vamos a vivir así? ¿Queréis vivir entre el sofá y la nevera?
-Vale, vale. Lo volveremos a poner en sus cajas... - dijo mamá, papá y Frankie la miraron asustados-. Y lo guardaremos en el almacén de tu tío. Lo usaremos cuando te cases, ¿contenta?
-¡Mamá! - exclamé.
-Sí, lo sé. Aunque sea una lástima, lo devolveremos todo - dijo papá con pena-. Habrá que decírselo amablemente, que aceptamos el gesto...
-Ni el gesto aceptamos - les recordé.
Frankie bajó rápidamente de la nevera y se me acercó, mirándome como si se me fuera la olla:
-Hermanita, ¿podemos quedarnos al menos con la tele? Anda, es de última generación.
-¿Con que ésas tenemos? Muy bien, iré a junto de Austin y esta vez me va a escuchar.

viernes, 1 de octubre de 2010

Capítulo 5: Sin Palabras... (Parte 2)

Canción: Creating Love - 4 Minute (Personal Taste OST)

Samantha:
¿Por qué a mí? ¿Por qué siempre me pasa a mí todo? ¿Es que...?
Pero mis pensamientos fueron interrumpidos al oir el petar de la puerta. Me senté mejor en la cama, con las piernas cruzadas.
-¿Puedo pasar o me vas a tener aquí esperando como un perro? - preguntó Austin desde fuera.
-Hombre, mala idea no es, pero como estamos en tu casa... Sí, pasa.
Abrió la puerta, entró y se paró a los pies de la cama, cruzándose de brazos.
-¿Qué tal estás? ¿Bien? - pregunté-. Pues me da igual.
-Bueno, está claro que vine con una intención.
Me levanté de la cama y miré a un lado y otro.
-¿Qué coño haces? -preguntó.
Le miré con el ceño fruncido.
-¿Y mi uniforme? ¿Mi mochila?
-Ah, eso... - sonrió con malicia-. Los quemé.
Me quedé paralizada, ¡¿los había quemado?!
-¡¿Có... cómo?! ¡¿Los... los quemaste?! ¡¿Pero tú eres gilipollas o que te pasa?! - puso los ojos en blanco.
-Tranquilízate, ¿quieres? Estaban muy sucios, y con un simple lavado no ibas a conseguir limpiarlos.
-Tengo una maldita tintorería.
Se quedó pensativo.
-Ah, pues es verdad.
Lancé un suspiro hastiado y me crucé de brazos.
-¡Si es que eres estúpido! ¿Qué tienes en el cerebro? ¿Piedras y aire?
Me puso la mano en la boca para que callara y me empujó encima de la cama.
-Cállate enana gritona, ¡ni que te tragaras un chivato!
-Mmmm... ¡Mmm!
-¿Cómo dices? - dijo apartando su mano de mi boca.
-¡Se dice silbato, no chivato! Idiota...
Rió y se cruzó de brazos.
-Oye, míralo desde un punto de vista lógico, chivato rima con silbato - lo miré de reojo-. ¿Y si un chivato se traga un silbato?
Lo miré con cara extrañada, definitivamente era subnormal.
Se encogió de hombros y se acercó a mí. Pero demasiado. Tanto que retrocedí y me caí de espaldas sobre el colchón. Se tumbó sobre mi cuerpo, y cada vez se acercaba más a mis labios.
-¡Quítate de encima de mí! - grité.
Creí que estaba a punto de besarme, pero alargó el brazo hasta la mesita de noche del otro lado de la cama y cogió un botiquín. Se irguió y se sentó al borde de la cama.
-Venga, levanta, que con esas heridas o las curamos ahora o amputamos después. Tú verás.
Aturdida y asustada por su comentario, obedecí y me senté con la piernas estiradas. Tomó una de mis piernas heridas colocándola sobre su regazo y empezó a curar las heridas. Me quejé de dolor.
-¡Ay! ¡Duele!
-Pues te aguantas.
Respiré hondo para no asestarle una bofetada, y paré de quejarme.
Cuando terminó se levantó dejando otra vez el botiquín sobre la mesilla. Me indicó con la cabeza que me acostara.
-Pero mis padres...
-Ya les dije que dormirías aquí, en cuanto les dije mi nombre aceptaron encantados, no deben preocuparse mucho por tí, ¿no?
Chasqueé con la lengua, me tapé con las sábanas y cerré los ojos.
-Buenas noches - dijo Austin.
Se inclinó hacia mí y me besó en la frente. Luego apagó la luz y se fue.
Lo peor de todo, que ese mini beso me había gustado.
Volví a abrir los ojos con los primeros rayos del sol que entraban por la enorme ventana. Estiré los brazos despertándome y miré al frente. Dos sirvientas y Peter, el mayordomo me miraban, cada uno con algo entre sus manos: uniforme, zapatos y mochila.
-Buenos días señorita, ¿ha dormido bien?
-Sam, por favor - Peter asintió-. He dormido muy bien, gracias. Pero... ¿qué es todo eso?
-El señorito nos mandó recuperar todo lo que era suyo, pero lo sentimos mucho, nos ha sido completamente imposible. Lo único que hemos podido hacer ha sido comprar uniforme, y todo exacto a sus antiguas pertenencias.
-¿Exactos? - pregunté todavía alucinando.
-En efecto, ya sabe, nada es imposible para el Grupo Mcklaine.
Me vestí y Peter me llevó al comedor de la mansión. Abrí la boca, ¿aquello era un desayuno o un banquete de bodas?
Peter me indicó que me sentara y, con la boca aún abierta, accedí.
-Es estofado de carne con trufas del Piemonte.
-¿Tu... turufas?
-Trufas - me corrigió-. Un tubérculo delicioso.
-Ah... - dije mientras asentía.
Pinché con el tenedor aquella cosa marrón y estaba buenísima.
-Una pregunta, ¿dónde está Austin? ¿Aún duerme? Menuda marmota...
Peter rió ante mi comentario.
-El señorito ya se ha marchado, dijo que tenía que ir a un lugar antes de ir a la escuela.

Austin:
La primera vez que subía a un cuarto sin ascensor. Tenía las piernas agarrotadas, pero si quería hablar con los padres de Sam, no me quedaba otra. Pulsé el timbre.
-¿Hermanita? - se escuchó desde dentro.
La puerta de abrió y sonreí, pero no miré a nadie. Dirigí mi vista hacia el suelo, y un niño de unos 8 años me miraba alucinando. Iba a saludarle, pero me cerró la puerta. Alargué el brazo para timbrar otra vez y la puerta volvió a abrirse, con el niño de antes mirándome con la boca abierta. Dejó la puerta abierta y salió corriendo hacia el ordenador. Yo me quedé allí, plantado en la puerta. ¿No tenía pensado decir "pasa porfavor"?
Un hombre salió de una de las habitaciones y se acercó al crío.
-¿Ha regresado Sam? - preguntó bostezando.
-Aus... Aus... tin - el niño señaló la pantalla.
-¿Qué pasa? Te he preguntado si ha regresado o no tu hermana.
-Mckla... Mcklai... ne...
-¿Ahora eres tartamudo? ¿Cuántas veces te he dicho que tanto ordenador no es bueno? - el niño señaló la pantalla y el padre paró de gritar-. Oh, ¿quién es ese chico tan guapo y apuesto?
-Está aquí - el hombre miró al niño como si estuviese loco-. ¡F4!
-¿Y qué es eso?
-¡El heredero del Grupo Mcklaine, Austin Jake Mcklaine! - señaló hacia donde yo estaba-. ¡En la puerta!
El hombre se levantó de un salto,  miró hacia la puerta y gritó con todas sus fuerzas:
-¡¡Cariñoooo!!
Por el otro lado apareció una mujer de unos cuarenta años.
-No grites, no pienso preparate más café.
El marido y su hijo me señalaron. Ella también abrió la boca, pero reaccionó antes que ellos. Le propinó un cachete en la nuca a su marido.
-¡Tú! Serás... ¿cómo se te ocurre no invitarlo a pasar? - me miró-. Oh, cielo santo, pasa por favor.
Pasé a dentro, me obligaron a sentarme en un sofá y pusieron platos de comida encima de la mesilla. Luego se sentaron en frente de mí y me lo ofrecieron. Me encogí de hombros y pinché con el tenedor lo que tenía más cerca. Lo miré con un poco de asco, parecían gusanos.
-¿Esto es comestible?
Asintieron emocionados.
-¿Qué tipo de insecto es? -pregunté.
Todos rieron, ¿tan gracioso les resultaba?
-No es un insecto, es pescado - me respondió el hermano de Sam.
-¿Y qué tipo de pescado es tan minúsculo?
-Son anchoas - me indicó el hombre-. Parece que no has comido nunca.
-Es que... no sabemos qué es lo que comen los hijos de buenas familias - se disculpó la mujer, señaló un bote de cristal-. Prueba algo de eso.
-¡Ah! Eso sí sé que es, es man... mante... -no me salía el nombre, pero ellos tampoco me ayudaban a recordar, mientras me miraban como si fuera un Dios, aunque mucho no me faltaba para serlo-. Mante... quilla de cacahuete, ¿no?
Empezaron a aplaudir, yo flipaba en colores.
-¡Sabe lo que es!
-¿Cómo lo ha sabido? Oh, sí...
Despreocupadamente tomé el bote, una cuchara y empecé a comérmelo.
-Así no se come... - susurró el hombre-. Se unta en algo y luego...
Me encogí de hombros y seguí comiendo.